Artículo publicado inicialmente en mayo y republicado en noviembre (no ha perdido vigencia)
Anoche soñé que por esas carambolas de la vida yo había amanecido siendo alcaldesa. ¡Que felicidad! Alcaldesa sin tener que pasar por los sofocos de una campaña política. Empecé a gobernar a mi manera. Como primera medida puse a mi papá como mi conductor de confianza (sólo por su experiencia al volante) y ami hermano Leonardo lo nombré Jefe de Asuntos Sin Importancia (siempre ha querido ese puesto).
En cada Secretaría de Despacho puse a una persona sin fijarme mucho en ese cuento del perfil. Es decir en Infraestructura un maestro de obra, en Salud un tegua, en Educación a un amigo de la infancia que terminó el bachillerato por radio, en la UMATA a un jardinero, en Gobierno a un prospecto de abogado, en Desarrollo Comunitario ni me fijé porque en ese puesto cualquier persona sirve.Eso si, cada funcionario debía pedir mi consentimiento y autorización para comprar hasta lo más mínimo y todos me decían “doctora” por aquí, “doctora” por allá y me adulaban todo el tiempo diciendo que yo era lo mejor que le había pasado a Montelíbano.
En mi administración de sueño me dediqué a tirar pavimento a tutiplén con plata de regalías (aunque sabía que eso no podía hacerse) y no hubo calle de Montelíbano que no tuviera sus placas de pavimento, sin importar que no hubiera alcantarillado (ya el alcalde que viniera después de mi que solucionara ese problema). Mi prioridad era el pavimento porque esos contratos me dejaban jugosas ganancias y yo estaba muy orgullosa de mí misma porque se estaba viendo el progreso en mi amado pueblo. Además de pavimentar me dediqué a poner primeras piedras donde nunca se pondría la segunda y esto no me generaba ningún problema porque nadie protestaba.
Cuando se llegaron las campañas de Senado y Cámara puse mi propio candidato. Pero como no tengo hijos (y mis otros hermanos tienen buenos trabajos), convencí a mi prima Glenda de que me siguiera el juego y aunque de política no sabía nada la gente votó por ella porque yo alguna cosita les daba.
Como toda primera autoridad no me quedé atrás y di orden de que se construyera un barrio en las afueras de la ciudad y le puse por nombre Villa Norma, pero mi mamá que es muy quisquillosa se opuso terminantemente a que su hermoso nombre fuera ultrajado de esa manera y allí empezó mi frustración. Entonces como no me podía quedar atrás de mis antecesores Villa Norma quedó como tal y ahí se armó Troya. Mi mamá me echó mil permisiones y fue cuando todo se empezó a complicar. Los concejales empezaron a pedir una tajada más grande, los empleados hablaban mal de mí a mis espaldas, la oposición me quería tumbar a todo costo y el encoque disminuyó considerablemente porque todo se iba en abogados. Menos mal me desperté en ese justo momento porque si no… me coge la destitución con los calzones abajo. Y justo en el momento en que pensaba comprar una finca, una IPS y un carro nuevo para mi papá.
¿Qué es la vida? Una ilusión, una sombra, una ficción, y el mayor bien es pequeño; que toda la vida es sueño y los sueños, sueños son ... Pedro Calderón de la Barca