Reconozco que tengo el vicio del pensamiento. Es algo que me acompaña desde siempre y con lo cual convivo sin mayores problemas. Anoche mientras Morfeo llegaba me quedé meditando en la situación social que se vive en Montelíbano, concretamente en todas esas muertes absurdas que enlutan muchas familias de nuestro municipio.
El recuerdo más antiguo que tengo de una persona asesinada se remonta hacia el año 1979 cuando tan solo tenía 6 años. El hecho sucedió aquí en el barrio San Bernardo y la víctima fue una señora que murió degollada. Eso marcó mi vida por ese entonces, tenía pesadillas y veía sangre por todos lados, era el tiempo en que no sabía que el hombre podía morir a manos del mismo hombre. La segunda muerte violenta que recuerdo fue unos años después cuando mataron al señor Rafael Delgado quien vivía en la casa donde hoy queda Saludcoop. Eso fue en una Semana Santa (1983 ó 1984) y Montelíbano entero se conmocionó con ese asesinato en un día santo. Esa muerte también me afectó mucho. A las niñas del María Goretti nos llevaron a ese entierro y yo en mi ignorancia cometí la burrada de mirar al finado y no pude dormir tranquila en mucho tiempo.
Desde ese entonces mucha gente ha muerto a manos de otros. Lo vemos a diario por la televisión y en nuestra cotidianidad. Es como si la vida no valiera nada. Pero lo peor, lo realmente triste y deprimente es la indiferencia con la que asumimos nuestra realidad. Se ha vuelto tan común y corriente que maten personas que ya hemos perdido la capacidad de indignarnos ante la violencia reinante en nuestro medio.
¿Qué podemos hacer ante esta situación? No tengo la respuesta. Hay situaciones que se salen de nuestras manos. Pero si creo conveniente meditar en que momento nos volvimos insensibles. Si es que somos así o es sólo un mecanismo de defensa.