Acostumbro ver las noticias para mantenerme al tanto de cómo va Colombia y el Mundo. Hace como diez años con mi hermano Ariel apostábamos si la primera noticia tendría como protagonista a las FARC o a los Paras y yo siempre ganaba porque le apostaba a los primeros.
Alguna vez escuché a Diana contar un poema que decía algo así como que un día vinieron los malos y asaltaron al cura pero no me importó porque no era conmigo, otro día secuestraron a alguien y no me importó porque no era conmigo y así varios ejemplos, hasta que un día le hicieron algo al tipo y ahí si le importó porque era con él, pero a nadie más le importó porque no era con ellos. Sé que resulta bastante enredado pero todo lo anterior es la base para esto: cuando veía noticias en la tele sobre personas que fueron víctimas de minas anti persona, no les prestaba atención, no alcanzaba a dimensionar esa tragedia, me era indiferente (suena bastante hp pero es así).
Ahora tengo un empleo en otro municipio (por eso me ven poco) y he tenido la oportunidad de conocer historias de desplazamientos forzados y ver en la cara de las personas el horror (y el dolor) que sienten al saber que su pedacito de tierra está minado y que no pueden volver. Pero eso no se compara con el hecho de conocer a alguien que fue víctima de una monstruosidad como esa.
Su nombre es Ubaldo Miguel Arrieta. Tiene 32 años y en el 2005 mientras trabajaba la tierra para una cosecha, cuando alzaba un bejuco cualquiera sintió un gran dolor y desde ese momento su vida cambió. En ese mal rato pisó una mina de esas que puso quién sabe quién y allí empezó una historia que en principio fue triste, pero que a punta de coraje convirtieron a Ubaldo Miguel en un hombre más fuerte. El Gobierno Nacional le dio 18 millones de pesos y una prótesis para compensar la pérdida de su pierna derecha y desde allí se olvidó de él. Hoy vive en una vereda perdida en la geografía nacional y se dedica a barequear para lograr el sustento diario.
Conocerlo cambió mi forma de ver este problema y le prometí a Ubaldo que escribiría su historia para que mis lectores tomen conciencia de todo el alcance que trae consigo esta arma de guerra. Resulta que ahora SI me interesa lo que pasa con aquellas personas que pisan una mina de esas. Ahora ese problema hace parte de mi cotidianidad.