Nací en Buenavista, Córdoba un día de septiembre de 1973. Mi tía Rosa cuenta que cuando vine al mundo mami no tenía pañales para mí y mi abuela Julia mandó unas sábanas viejas. Esa es una imagen macondiana: tía Rosa con todo su orgullo cogiendo un bus llevando una bolsa clarita llena de trapos viejos para mí.
No vivimos mucho en Buenavista, puesto que apenas mi mamá pasó “la dieta” nos vinimos a Montelíbano, a este barrio y aquí seguimos. Mi papá puso un ventorro donde vendía petróleo y cigarrillos y años más tarde montó una tienda grande y de eso vivimos durante mucho tiempo.
Siempre preferí las letras a los números y eso es lo que me ha inspirado para escribir esto. Los de mi generación crecimos viendo televisión y jugando al bate. Los muchachos iban de pesca, practicaban fútbol y burriaban donde Juan Lobo. No teníamos teléfonos fijos y mucho menos celulares.
Los de mi generación éramos adolescentes cuando el rock en español estuvo en su apogeo y crecimos escuchando al Binomio de Oro y a Diomedes Díaz.
Mis contemporáneos y yo teníamos un léxico más básico y las palabras significaban lo que decía el diccionario. Intenso era intenso, es decir una persona vehemente, apasionada. No como ahora que se les dio por inventar un nuevo significado e intenso pasó a ser una persona cansona y fastidiosa; y los mellos que antes eran mellos, ahora son clones.
Como todavía no llegaba el INTERNET, los niños también pasaban su tiempo jugando bolita de cristal, stop y trompo toda la tarde. En mi niñez y adolescencia la televisión era la que no dejaba estudiar y ahora es el internet. Consecuencia de ese gran invento aparecieron palabras que lo hubieran dejado a uno loco en su momento. Aprendimos a chatear y no volvimos a visitar a los amigos porque nos conformamos con leer sus palabras en el computador.
Palabras nuevas vinieron a enriquecer nuestro vocabulario básico: ciberespacio resultó ser un lugar que no existe pero en el cual coincidimos con muchas personas. Ahora resulta que no solo tenemos grandes autopistas por donde circulan carros, en este mundo tan moderno tenemos súper autopistas de la información y por allí en alguno de esos infinitos carriles está colgado mi blog, formando junto con otros millones de blogs lo que los entendidos en la materia conocen como blogosfera. Me imagino que debe quedar debajo de la troposfera, porque encima de la capa de ozono ya lo hubiera quemado los rayos del sol y ustedes no me estuvieran leyendo.
Si Ustedes conocen nuevas palabras que no existían hace 30 años por favor díganmelas para enriquecer mi diccionario.
Hasta pronto.