Que el río Bogotá se desbordó, que el Magdalena, el Cauca, el río Sinú, el San Jorge, el caño Burgos, las quebradas de Villa Cleme, mejor dicho… el invierno nos tiene con el agua al cuello. Antes esto era simplemente un decir porque los ríos inundaban barrios pero uno veía que en el peor de los casos el agua de la rodilla no pasaba. Pero veía en el noticiero que el Canal del Dique se rompió y de esas poblaciones afectadas solo se ven los techos. O sea que esa gente tiene el agua más arriba del cuello, esa gente está prácticamente ahogada.
Y el invierno ha desplazado la guerra. Antes los noticieros abrían anunciando tomas guerrilleras por todos lados, pero ahora la noticia “vendedora” es el agua, porque a raíz de tanto invierno hay casi dos millones de compatriotas que lo han perdido todo, a tal punto que el gobierno ha decretado la emergencia dizque para atender eficazmente a todos los afectados. Me da tristeza de que esas ayudas se queden en el camino y la gente necesitándola. Espero que no suceda lo de años anteriores, pero Colombia no aprende y me imagino los titulares dentro de algunos meses denunciando la corrupción que hay detrás de todos estos manejos politiqueros.
Nadie quiere inundarse. Nadie quiere que la montaña se le venga encima, pero son cosas que ocurren y que a los gobiernos les queda muy difícil controlar. Y cada día el hombre le hace más daño a la naturaleza y la naturaleza que es sabia (no vengativa) trata de buscar el equilibrio y en esa búsqueda jode al hombre quien inicialmente la había jodido a ella. Y así seguirá este círculo vicioso persecula seculorum hasta que llegue el final y este falso desarrollo y su consecuencia más evidente: el calentamiento global nos borren de la faz de la tierra. A propósito habrá que mirar las predicciones de Nostradamus para ver si el final del mundo será con agua, porque siempre nos muestran el apocalipsis es con candela.
Los que están felices con el invierno y todas las carreteras rotas, intransitables, deslizamientos y todo eso, son las aerolíneas que a cuenta del invierno están haciendo su agosto en pleno diciembre.
Llama mi atención en particular que la mayoría del colapso de carreteras se haya dado en mi amada Costa Atlántica. Puentes caídos, diques rotos, carreteras perdidas… es que aquí en esta región si que sabemos como hacer malas obras. El 90% pal bolsillo de los políticos y el 10 pa la inversión.
Ante todo este panorama de Colombia con el agua al cuello, sólo le queda a uno decir: Gracias Dios mío porque iluminaste a mi papito lindo para que comprara este solar en San Bernardo que está lejos de cualquier cañada, río, fuente de agua, algo así como el desierto de Atacama en pleno Montelíbano. Gracias Dios mío, porque mi familia y mis amigos cercanos no estamos en la lista de damnificados.
Acabo de recordar un chiste que hizo mi tío Fabio, quien al ver tantas lluvias e inundaciones simplemente dijo: esto no es más de aquí, hay que empezar a construir el arca.