Soy la hija mayor de mi mamá. Léase bien: mi mamá. Soy la segunda hija de mi papá. No nací aquí, pero exceptuando mis primeros seis meses de vida y seis años que estuve en Medellín, el resto del tiempo lo he vivido aquí en esta tierra linda llamada Montelíbano.
Hay muchas cosas que me dan nostalgia y que me inspiran a escribir. Hoy por ejemplo sucedió algo que me puso la mente a dar cuerda y de allí surge esto que voy a escribir en este momento. Desde que mi papá decidió radicarse en Montelíbano hemos vivido en este barrio (San Bernardo). Antes de que el 27 de julio apareciera éramos el barrio que quedaba más lejos y recuerdo que cuando estaba adolescente mi mamá me mandaba al almacén Mary a comprar adornos, botones, hebillas, hilos y todas esas cosas propias de las modistas. En casa teníamos una bicicleta que a veces solía usar, pero como el centro quedaba tan lejos y yo siempre fui gordita, me cansaba mucho y prefería ir a pie. En temporada decembrina me tocaba hacer ese viaje dos veces por día y no le ponía ningún problema a ir y venir a pie.
Los años han pasado, Montelíbano ha crecido a pasos agigantados y hoy en día es inconcebible la sola idea de ir al centro caminando y mucho menos hacer ese viaje agotador dos veces al día. Me pregunto ¿por qué? La distancia sigue siendo la misma. Sólo que ahora con esta proliferación de motos y carros nos hemos vuelto más flojos. Ya no contemplamos ni siquiera la idea de ir a pie al centro. Por eso hoy decidí recordar los viejos tiempos y a falta de moto me fui de compras esta tarde en mi propio medio de transporte: mis patas. Dice el dicho que “caminando uno llega a Roma”, sólo es cuestión de poner un pie delante del otro y hágale, que a buen paso llega a alguna parte. Pues bien, eso hice esta tarde. Me puse ropa cómoda, tenis y me fui al centro. Salí a la calle 16 y enseguida un mototaxi ¿te llevo? No tengo plata, fue mi respuesta. Diez metros más adelante otro mototaxi ¿carrera? No, gracias, hoy tengo ganas de caminar, me mira incrédulo, debe pensar que estoy loca, pero sigo caminando, cuando más adelante un amigo me dice Nora y tu moto? Hoy salí a recordar los viejos tiempos cuando caminar no nos daba vergüenza, creo que no entendió. Y así entre ofrecimiento de mototaxis y mototaxis llegué al centro. No tuve que darles monedas a los niños que cuidan en los almacenes, pude mirar con detenimiento las ventas ambulantes, me percaté hasta que punto nuestro espacio público ha sido invadido, me fijé detenidamente en los clientes de lo que antes era La Kinkaya, pude ver que hay promociones en la Distribuidora San Bernardo y otro sin fin de detalles que cuando paso en moto o en carro ni me fijo.
Los amigos que me encontraron haciendo compras a pie se mostraron extrañados, pero les repito: no es pecado salir a caminar de vez en cuando. Yo he vivido desde siempre aquí en Montelíbano y antes era común y corriente ir al centro a pie y volver a pie. Hoy en día es que nosotros mismos nos hemos puesto el limitante del transporte. Yo propongo un día nostálgico donde todos recordemos como era Montelíbano antes y como vivíamos sin motos, carros, taxis, mototaxis, colectivos, (hasta sin internet). Propongo un día donde se le vuelva a dar valor a la cicla como medio de transporte y no como elemento para practicar una disciplina deportiva. Propongo un día donde nos despojemos de tanta ira y maldad y volvamos a ser el pueblo tranquilo que éramos en antaño. Tal vez con la evocación de un día de esos, nos quede gustando y volvamos ser lo que éramos antes.