Desde que tengo mi propio blog (julio 2009) me he visto obligada a escribir
sobre temas que no quisiera. La
violencia reinante que cobra vidas de amigos y no amigos es uno de ellos.
La muerte de mi amigo Chalo quien era conductor en Transportes Luz me llenó
de gran tristeza, Alejandro Ochoa también partió antes de tiempo y estoy segura que cada uno de nosotros tiene su
propia historia de tristeza por la pérdida de alguien a quien estimaba.
La noche del viernes fue muy triste para Montelíbano y en especial para la
familia de José Duque Villadiego, ese jovencito
estudiante de la FEM que en esta ocasión fue la víctima de esa violencia absurda
que hace parte de nuestra cotidianidad.
No hay palabras para expresar la tristeza e impotencia que se siente cuando
sucede algo así. Ver el dolor de doña
Carmen ante la pérdida de su hijo menor es una escena desgarradora y sólo le
pido a Dios que una historia así no vuelva a repetirse.
Como concluí cuando despedí a Alejandro Ochoa con un artículo: hay palabras
que nunca debieran ser escritas y estas son un vivo ejemplo. Pero ahora me uno
a la voz de sus jóvenes amigos cuando entre sollozos decían: ¡Que rabia
jueputaaaa!