Hay palabras que nunca deberían escribirse y este es un claro ejemplo de ello. Hoy Montelíbano está triste. Yo estoy profundamente triste. Y es que no hay derecho a que la primera noticia que te den apenas te levantas es que mataron a una persona conocida y de una gran calidad humana. Me refiero a Alejandro Ochoa. En realidad, Alejo (como le decían sus amigos) y yo no éramos grandes amigos. Solíamos charlar de política mientras hacía la fila para pagar en la caja del súper mercado, eventualmente compraba publicidad para RVF y en alguna ocasión me manifestó que todos los días leía mi blog y que le gustaba mi estilo. Eso me agradó, porque no imaginaba que una persona tan ocupada como él pudiera entretenerse con mis escritos.
Pero esta intolerancia en la que nos movemos a diario cobró su vida y mató mi inspiración. Las palabras no fluyen, me abandonan, la ira y la impotencia se apoderan de mí.
Por eso es que siento esta PROTESTA con mi silencio. Definitivamente es que hay palabras que nunca deberían escribirse…