Tengo 37 años. No tengo hijos biológicos y no tengo perra (Galatea murió). Tengo una gran afición por el pensamiento y las letras, también tengo una cuasi hija (Josana Alexa) a quien estoy “puliendo” pa que sea mi heredera, porque político que se respete tiene su propio delfín.
Hoy ha sido un día de esos que te ponen a reflexionar. Toda la mañana la pasé en el salón de Nayibe, ella me ha tinturado el cabello de un color rojizo. ¿La razón? Tengo canas. Pero no una que otra cana, tengo un montón de canas que anuncian que la “sejuela” ha llegado. Por eso Nayibe hace rato me había recomendado tinturarme y el día fue hoy. Ahora soy una gordita pelirroja.
Todo lo anterior ha sido el preámbulo para concretar el mensaje de estas palabras. Pues bien, con “mi primo” Jose Luis, su esposa y algunos amigos nos fuimos a discotekiar esta noche y entrando a Ipanema sonaba un reguetón y vi unos pelaos bailando de una manera tan “rara” que me sentí extraña y eso que soy de mente abierta. Pues bien, estos jóvenes “bailaban” ese reguetón de tal manera que me dio la impresión que de allí saldrían a moteliar, porque era tanta la sobadera que me pareció imposible que ese tipo no estuviera “parolo” con tanta “motivación”. Pensé que en mis tiempos no se bailaba así. El baile más atrevido de mis años mozos era la lambada y cuando sonaba en las discotecas (si era que a uno lo dejaban ir a una) a uno le tocaba quedarse sentado porque ese baile era demasiado atrevido y sólo lo ponían a sonar en Cuarto Bate.
Entonces mientras veía a estos muchachos “sobarse y calentarse” me sentí vieja. Vieja! porque a pesar de ser una mujer entre comillas moderna, me sentí indignada de que los bailes de ahora tengan esta connotación sensual y sexual para que los demás lo consideren aceptable. Me declaro entonces de la vieja guardia, de la gente que considera que sin Facebook vivíamos bien, de la gente que piensa que el celular es sólo para hablar y no pa tomar fotos, de la gente que todavía se toma tiempo para leer un buen libro y visitar personalmente a sus amigos, de la gente que piensa que el reggetón es una simple excusa pa amacizarse en público.
Creo que en estos momentos soy incapaz de ver el elefante dentro del sombrero (Capítulo 1 de El Principito, de Antoine de Saint Exuperi). Conclusión: he empezado a envejecer. Ahora entiendo porque Fanny Mickey traía su pelo encendido y sólo espero que los pantalones bota campana regresen pronto junto con los clásicos ochenteros reencauchados.