La historia de un brinca cortico
(Cualquier parecido con la realidad es pura
coincidencia)
Admitámoslo. Fulanito Pérez nació sin talento,
creció sin carácter y nunca tuvo criterio propio. Siempre fue un bueno
para nada, chupasangre y vividor. Muy temprano en su vida se dio
cuenta que si se dedicaba a la política no necesitaría conocimientos académicos
y desde entonces se hizo experto en lamboniar y en lagarteo.
Empezó limpiando los zapatos de El Gamonal, luego
ascendió a lavador de carros y después fue su conductor de confianza. Hacía
lo que fuere necesario para congraciarse con su jefe: cargar su maletín y
ponerle los zapatos eran una de sus funciones. También llevaba y
traía chismes insignificantes y hasta se prestaba para cruces de alto
turmequé. A todo decía que si, se reía sin ganas y recitaba chistes sin gracia
solo para estar en la jugada.
Cada vez que El Gamonal estaba en el poder,
Fulanito probaba sus mieles y cuando no estaba en el poder también, porque
él no reparaba en eso de ideologías y escrúpulos, que va, eso era pa
gente de otra condición, lo suyo era vivir a expensas de lo público y por eso
se inclinaba siempre ante quien estuviera mandando.
Fulanito era un tipo que se conformaba con
poquedades. Era feliz con que el Gamonal lo mencionara en algún discurso
en la emisora. En tiempos de corralejas conseguía pases de cortesía para
toda su familia y los vecinos, se ponía poncho y sombrero vueltiao y le
servía el whisky a todo el séquito que acompañaba al Gamonal.
Cuando su jefe estaba en el poder siempre le daban
órdenes de trabajo que se gastaba preparándole sancochos de gallina y
prestándole dinero ocasionalmente porque el Gamonal siempre se hacía el llevao
y nunca le pagaba. Pero a Fulanito eso no le importaba, era feliz
diciéndole a sus amigos que le prestó plata al jefe y así se pasaba los cuatro
años del gobierno y cuando venía a ver estaba más pobre que al principio.
Corolario: La mierda puede alzarte a la cumbre,
pero no te mantendrá allí.