Después de mucho pensarlo, me animé a escribir lo que alcanzo a percibir de nuestra política local. Empezaré haciendo un acto de contrición, manifestando lo que pocos se atreven a hacer y es confesar que soy corrupta. Y lo digo porque quienes nos preocupamos por el futuro de Montelíbano, solemos darle este calificativo a los políticos de turno. Lo usamos sin discriminación para cobrarnos en cierta medida que esa persona por la que depositamos el voto (o por la que no votamos), no corresponde a nuestros intereses personales. Se nos olvida a casi todos, que los alcaldes deben buscar soluciones a los problemas colectivos, más no a los individuales. Que los concejales están allí para coadministrar y no para brindar ayudas ocasionales a quienes votaron por ellos.
Cuando confieso que soy corrupta, lo hago con pleno conocimiento y liberada de toda esa doble moral que todos manejamos a diario. Lo afirmo con la serenidad de mujer pensante que ha encontrado su propia explicación al fenómeno político que se vive en Montelíbano. Soy corrupta porque vendo mi conciencia, mi voto a cambio de una posible dádiva en este momento o en el futuro. Soy corrupta porque me dejo manipular por los grandes políticos de este municipio, soy corrupta porque he aceptado dinero a cambio de mi apoyo a determinada campaña, soy corrupta porque he conocido gente con grandes ideales y no los he apoyado por creer que sin dinero no se hace política. Soy corrupta porque no he votado por quien he querido, si no por el que me han impuesto. Pero tengo un argumento a mi favor: es tan corrupto quien compra y manipula el voto, como quien lo pone en venta. Así que en este juego de relaciones puedo afirmar que estamos a mano, aunque esta no es una excusa realmente válida ni me exime de responsabilidad.
Lo ideal es que cada uno de nosotros se despoje de sus intereses personales y deposite su confianza y voto en aquella persona que plantea la mejor alternativa. Una persona que por la fuerza de su propuesta no tenga que verse en la necesidad de ofrecer dinero a los electores, ni comprometer negativamente el futuro del municipio. Una persona que no me considere corrompida y que no ofrezca comprar mi conciencia, para que establezcamos una relación de confianza mutua y rompamos por fin el círculo vicioso de la corrupción. Sueño con que ese día llegará pronto. Un día en que todos dejemos de lado nuestro egoísmo y pensemos en lo mejor para Montelíbano. Estamos a tiempo de rectificar el camino y si en definitiva usted (o yo) decide que lo mejor es vender el voto, le sugiero que no lo haga a cambio de dinero si no de buenas propuestas; porque sólo así estaremos contribuyendo a liberarnos de la marca de la corrupción y podremos criticar abiertamente a nuestros gobernantes. Y esto último lo digo por aquello de que “Quien tiene rabo de paja, que no se acerque a la candela”.
Cuando confieso que soy corrupta, lo hago con pleno conocimiento y liberada de toda esa doble moral que todos manejamos a diario. Lo afirmo con la serenidad de mujer pensante que ha encontrado su propia explicación al fenómeno político que se vive en Montelíbano. Soy corrupta porque vendo mi conciencia, mi voto a cambio de una posible dádiva en este momento o en el futuro. Soy corrupta porque me dejo manipular por los grandes políticos de este municipio, soy corrupta porque he aceptado dinero a cambio de mi apoyo a determinada campaña, soy corrupta porque he conocido gente con grandes ideales y no los he apoyado por creer que sin dinero no se hace política. Soy corrupta porque no he votado por quien he querido, si no por el que me han impuesto. Pero tengo un argumento a mi favor: es tan corrupto quien compra y manipula el voto, como quien lo pone en venta. Así que en este juego de relaciones puedo afirmar que estamos a mano, aunque esta no es una excusa realmente válida ni me exime de responsabilidad.
Lo ideal es que cada uno de nosotros se despoje de sus intereses personales y deposite su confianza y voto en aquella persona que plantea la mejor alternativa. Una persona que por la fuerza de su propuesta no tenga que verse en la necesidad de ofrecer dinero a los electores, ni comprometer negativamente el futuro del municipio. Una persona que no me considere corrompida y que no ofrezca comprar mi conciencia, para que establezcamos una relación de confianza mutua y rompamos por fin el círculo vicioso de la corrupción. Sueño con que ese día llegará pronto. Un día en que todos dejemos de lado nuestro egoísmo y pensemos en lo mejor para Montelíbano. Estamos a tiempo de rectificar el camino y si en definitiva usted (o yo) decide que lo mejor es vender el voto, le sugiero que no lo haga a cambio de dinero si no de buenas propuestas; porque sólo así estaremos contribuyendo a liberarnos de la marca de la corrupción y podremos criticar abiertamente a nuestros gobernantes. Y esto último lo digo por aquello de que “Quien tiene rabo de paja, que no se acerque a la candela”.