Me declaro seguidora de los cuentos de David Sánchez Juliao porque en ellos trata de rescatar la cultura popular de nosotros los cordobeses.
Recientemente tuve la oportunidad de escuchar uno de sus cuentos más famosos: Foforito. Allí Sánchez Juliao retrata a cada uno de los habitantes más conocidos de su amada Lorica. Me llamó la atención en particular aquel aparte donde hace referencia al Dr. Pirinola: “el político más brillante de la localidad” de quien dice en el cuento que en las elecciones conseguía una cabuya de dos kilómetros y le ordenaba a sus votantes que se agarraran de ella y los llevaba a votar como “guevo de iguana”. En tiempos de la dictadura, este famoso político dijo en un discurso que “el país volvería a la democracia el día que los partidos tuvieran 500 kilómetros de cáñamo”.
Ya no estamos en la década de los 50 y aparentemente no se ven estas prácticas en la actualidad. Se supone que el país (Montelíbano incluido) ha alcanzado la democracia y que todos ejercemos el derecho al voto libremente. ¿Será cierto? Yo pienso que NO y para hacer esta afirmación me baso en lo que he observado en las diferentes campañas políticas en las que he tenido la oportunidad de desempeñar un papel activo.
Empezaré admitiendo que no he visto el cáñamo como tal. Pero si miramos detenidamente, nos damos cuenta que está allí, que nunca ha desaparecido y cobra presencia cuando los electores salimos a votar a cambio de trabajo, de un lote, de una ayuda económica recibida en algún momento o de una cita médica y diez ibuprofenos. Estamos acostumbrados a votar a cambio del pago del recibo de la luz, del agua, del arreglo de una vía, porque nos regalaron unas sillas para la escuela o simplemente porque nos dieron un mercado de veinte mil pesos.
Exceptuando el bajo porcentaje del voto de opinión, todos salimos a votar agarrados de ese cáñamo invisible porque nos han comprometido de alguna manera y no porque en realidad pensemos o estemos convencidos que los candidatos serán excelentes gobernantes.
Por eso, la invitación es a que nos soltemos de ese cáñamo imaginario con el que los políticos de nuestro pueblo nos llevan como huevos de iguana a depositar el voto, porque el día que seamos capaces de soltarnos y que nuestro voto no sea “amarrado” ese día tal vez ganen los mejores candidatos y no aquellos que gastaron más dinero.
Cuando votemos libremente, dejaremos de pertenecer a esos 500 kilómetros de cáñamo que necesitan los partidos políticos para seguir usufructuándose del poder y estaremos enviando un mensaje claro: que no queremos políticos de la talla del Dr. Pirinola (que por cierto abundan aquí en Montelíbano).
Recientemente tuve la oportunidad de escuchar uno de sus cuentos más famosos: Foforito. Allí Sánchez Juliao retrata a cada uno de los habitantes más conocidos de su amada Lorica. Me llamó la atención en particular aquel aparte donde hace referencia al Dr. Pirinola: “el político más brillante de la localidad” de quien dice en el cuento que en las elecciones conseguía una cabuya de dos kilómetros y le ordenaba a sus votantes que se agarraran de ella y los llevaba a votar como “guevo de iguana”. En tiempos de la dictadura, este famoso político dijo en un discurso que “el país volvería a la democracia el día que los partidos tuvieran 500 kilómetros de cáñamo”.
Ya no estamos en la década de los 50 y aparentemente no se ven estas prácticas en la actualidad. Se supone que el país (Montelíbano incluido) ha alcanzado la democracia y que todos ejercemos el derecho al voto libremente. ¿Será cierto? Yo pienso que NO y para hacer esta afirmación me baso en lo que he observado en las diferentes campañas políticas en las que he tenido la oportunidad de desempeñar un papel activo.
Empezaré admitiendo que no he visto el cáñamo como tal. Pero si miramos detenidamente, nos damos cuenta que está allí, que nunca ha desaparecido y cobra presencia cuando los electores salimos a votar a cambio de trabajo, de un lote, de una ayuda económica recibida en algún momento o de una cita médica y diez ibuprofenos. Estamos acostumbrados a votar a cambio del pago del recibo de la luz, del agua, del arreglo de una vía, porque nos regalaron unas sillas para la escuela o simplemente porque nos dieron un mercado de veinte mil pesos.
Exceptuando el bajo porcentaje del voto de opinión, todos salimos a votar agarrados de ese cáñamo invisible porque nos han comprometido de alguna manera y no porque en realidad pensemos o estemos convencidos que los candidatos serán excelentes gobernantes.
Por eso, la invitación es a que nos soltemos de ese cáñamo imaginario con el que los políticos de nuestro pueblo nos llevan como huevos de iguana a depositar el voto, porque el día que seamos capaces de soltarnos y que nuestro voto no sea “amarrado” ese día tal vez ganen los mejores candidatos y no aquellos que gastaron más dinero.
Cuando votemos libremente, dejaremos de pertenecer a esos 500 kilómetros de cáñamo que necesitan los partidos políticos para seguir usufructuándose del poder y estaremos enviando un mensaje claro: que no queremos políticos de la talla del Dr. Pirinola (que por cierto abundan aquí en Montelíbano).