Pido perdón a mis
lectores por mi ausencia en 2016. Pero
para tranquilidad de todos quiero contarles que fue un gran año. Un año donde me concentré únicamente en mi
trabajo y aunque quise escribir muchas veces,
la falta de tiempo me ganó y pasaron 366 maravillosos días donde
ustedes, mis fieles seguidores no pudieron leerme dejando una gran frustración
en mí porque me cuestionaba a diario este abandono.
Sucedieron muchas
cosas en 2016. En Montelíbano
estrenamos alcalde: el profe Alean, a
quien muchos veían como el continuismo del Camino Correcto, otros veían en él
su esperanza y en fin, todos teníamos
expectativas con este gobierno que dicho sea de paso no ha sido ni chicha ni
limoná. Los opositores se pasaron todo el año esperando su caída, cosa que no sucedió. Y el profe allí muy campante inaugurando
obras de su mentor, mandando sin mandar
(según me cuentan), pero siendo alcalde al fin y al cabo. Ese es nuestro alcalde. Y tiene un concejo bien simpático que le
aprueba todo lo que necesita y que dicho sea de paso, más parecen artistas de
farándula de esos que aparecen retratados en revistas decadentes como El Propio
por ejemplo.
Y entre la
expectativa de la paz y de por fin culminar los acuerdos de la Habana, nos encontró el fin de año. Y fuimos a las urnas a refrendar con nuestro
voto lo pactado y los colombianos que salieron a votar le comieron cuento a
Uribe quien desde su Centro Democrático promovió el no con un argumento tan
simplista como que íbamos a terminar convertidos en un país
castrochavista. Y ganó el NO y quedé
profundamente triste, sin
esperanza, como cuando se te muere un
amor que quieres conservar, algo así me
sucedió con la paz. Y aunque luego se
refrendaron los acuerdos me quedó el sabor amargo de que en este país es más
fácil aceptar la guerra que el matrimonio igualitario. Porque vemos como algo normal que
compatriotas se maten en medio de un conflicto que algunos ni siquiera
entienden, pero esta sociedad
ultraconservadora todavía no acepta que el amor viene en diferentes empaques y
que la presentación no es lo importante si no la esencia. Por eso estoy segura de que el referendo que
organiza la retrograda de Vivian Morales resultará exitoso, porque si algo infunde temor es una minoría
que se atreve a levantar la voz para reclamar sus derechos.
Y así íbamos
viviendo cada día a la vez, cuando se
cayó el avión con los Chapecoenses y empezó ese circo de noticias que me hizo
sentir asco del oficio del periodismo y cogerle fastidio a Noticias RCN y
Caracol, a tal punto que tengo el pacto
conmigo misma de no volver a ver esas noticias nunca jamás. Y no había superado el impacto del desastre aéreo
y la forma tan burda como los medios se encarnizaron con la noticia, cuando ocurrió lo de Yuliana Samboní para
demostrarnos que todo puede ser peor en este país del Sagrado Corazón de Jesús. País de mierda donde sus niños mueren de
hambre y donde cualquier delincuente con plata puede manipular la justicia. Esta no es la paz que yo sueño para
Colombia, pero por ahora es la que nos
toca.