Compré la bicicleta porque era un
gangazo. Ni siquiera estaba interesada
en practicar ciclismo , jamás había escuchado hablar de MTB y ahí me perdonarán
la ignorancia. Así que compré la cicla porque
ajá. Estuvo allí parqueada como dos
meses hasta que un día me fui a practicar.
No le vi nada de especial a montar bicicleta, tan es así que no tengo
recuerdos vívidos de esas primeras veces.
Mi verdadero romance con la cicla
llegó cuando ya tenía tiempo para entrenar constantemente. Todos los días hacía 18 kilometros, con un marcador pésimo, pero eso nunca me ha
preocupado. Así fue como empecé a ir a
Ciclo paseos y como quien no quiere la cosa llegó mi primera travesía. Buenavista me esperaba. Las travesías de Buenavista tienen fama de
buenas y quise vivir la experiencia.
Todos los de Montelíbano llegaron el domingo temprano, pero yo…
yo llegué desde la tarde del sábado para estar descansada. Era mi primera travesía y quería estar bien
para enfrentarla.
Había gente allí de
todos lados. Una gran familia. Gente que ya se conoce de verse en esos
escenarios deportivos donde se comparte el amor por el MTB. Unos tipos buenazos, unas mujeres con unos cuerpazos, uniformes coloridos, boutiques deportivas ambulantes, celulares
conectados a Strava con plan de datos cuando yo no alcanzo ni para prepago. Toda una mercadería alrededor de este
deporte. Y unos compraban gafas, accesorios, buzos, pero yo apenas me pude comprar dos empanadas de 500 para recargar las baterías.
Nadie daba un peso por mi y yo
tampoco me tenía mucha confianza. Mis hermanos ya duchos en esas lides, me dijeron que le diera a mi ritmo, que no importaba llegar de último, que ellos ya habían vivido esa experiencia, que lo importante era hacer el recorrido y bla bla bla.
Los menos amables me dieron el
número de un mototaxista para que me fuera a recoger donde tirara la
toalla.
Hora de partir. Me ubiqué en las primeras filas. No porque estuviera al nivel de los “élites”
si no para ganar tiempo. Recuerdo que en
los primeros kilómetros casi todos me pasaron,
pero como tengo mi autoestima bien alta no me importó ni cinco y cuando
los otros se alejaban por los caminos yo continuaba con mi paso lento pero
seguro. Ya en el destapado fue donde me
di cuenta que los asistentes van a divertirse,
a gozarse el paisaje, a tomarse las fotos para las redes sociales. Se respira un ambiente de camaradería, de amistad, compañerismo. Todos apoyándose, dándose ánimos cuando la
ruta se pone exigente, cuando el cuerpo
ya no quiere seguir. Fue una
experiencia maravillosa.
En un tramo de la ruta me
entrevistaron. Querían saber cuál era mi
apreciación sobre la Travesía Buenavistera y no pude evitarlo. No era un buen momento. Fui muy sincera en mi respuesta. Le dije a la periodista que no estaba cansada
de las piernas si no de la cuca. La
verdad no sé como hace Nairo o Froome para tirar pedal en el Tour de Francia
sin que se le cansen las güevas, yo voy
a un ciclo paseo y ya la llevo cansada.
El caso es que ese pedazo de la entrevista lo omitieron y eso era en
realidad lo más relevante.
A lo largo de la travesía vi como
los ciclistas papacitos ricos y apretaditos iban saliendo de la carrera por
calambres y otras molestias propias de este deporte y yo allí, con mi pasito tun tun, dándole, con la bicicleta al hombro cuando tocaba, en la mano cuando la loma era muy tesa para
subirla y también cuando la bajada era muy culera. Sin ninguna pretensión de deportista
consagrada, con la humildad del
novato, sin la vergüenza del tímido, llegué a la meta. Eso si,
no faltaron las burlas de los que ven pasar a los ciclistas y ven que uno
va rezagado, pero tampoco faltó el apoyo del que te ve pasar y te dice que ya
estás cerca de la meta, cuando todavía
te falta la mitad del camino.
Me quedó el consuelo de que muchas de las buenonas ni siquiera
alcanzaron a llegar, que algunos de los
papacitos buenotes se montaron en el carro escoba con la bicicleta buena, que muchos otros que hicieron la ruta corta llegaron
después de mí. Pero lo más importante de mi
primera travesía es que tuve el coraje de ir y demostrarme que tengo mucha fortaleza y que nunca es tarde para encontrar nuevas aventuras.
En este mundo del MTB ya
llevo tres ciclo paseos y dos travesías.
La última fue la de la Hacienda Cuba en Montelíbano. En esta travesía aprendí que muchos van en
algo conocido como “modo selfie” es decir tomándose fotos por todo el camino
que por cierto… paisajes hermosos si tenía. Yo ni siquiera llevé celular para
no perder tiempo tomándome fotos y con todo eso llegué de penúltima y por la
ruta de escape. Después de mi llegó el que
venía cerrando las puertas. Nadie es profeta en su tierra.
Pero no desisto. Próximamente les estaré contando más
experiencias.