Al parecer ando
desconectada de todo. No tenía ni idea
de que Cincuenta sombras (publicado en 2011) era el Betseller más leído por las
mujeres de ciudades como Nueva York y
Londres. Anunciada como “la trilogía erótica
de la que habla todo el mundo”, “la
novela erótica que ha revolucionado a las mujeres en Estados Unidos” y otra
cantidad de halagos para este bodrio que a mi modo de ver no es que tenga mayor
cosa para captar la atención de una lectora tan exigente como yo.
Grey es un tipo narcisista
de aquellos que no se pueden mirar en el estanque, eso dicho con refinamiento, porque así, en términos coloquiales para mí
es un hijueputa con plata y pervertido además,
que deja muy mal parado al género masculino porque nos muestra que el
sexo sin ese lado oscuro y sórdido no es para nada interesante. Amén de cuánto dinero debe tener un hombre en
su cuenta de banco para conseguir los favores sexuales (y no cualquier favor) de una
mujer. Porque ese es el mensaje que vende Cincuenta Sombras: si no eres
millonario y atractivo (o por lo menos millonario) no vas a tener éxito con el
género femenino.
Esas amas de
casa, cansadas del sexo rutinario con un
hombre que no le causa orgasmos, casadas
con tipos que a duras penas ganan para pagar la renta y que al final de mes no tienen con qué pagar
las facturas, ni comprarles lencería fina; esas mujeres deben añorar un mozo como
Cristian Grey. Es decir el
multimillonario que vuela en helicóptero desde un lugar remoto solo para tomar
una copa contigo, eso es romántico, pero
no es verdad. Y no es verdad, no porque
no existan tipos románticos, es
simplemente porque no tienen avión propio
o en su defecto un helicóptero que es lo mínimo que debe tener un hombre para
conquistar a una mujer (según Cincuenta Sombras, claro está).
Ahora es el turno
para las escenas eróticas. Muy pocas la
verdad y son tan básicas que yo me atrevo a afirmar que tengo más malicia para
describir un buen polvo, que la que tiene E.L James para mostrarnos como una
mujer de veintiún años todavía es virgen, lo cual refuerza el esquema ortodoxo y
romántico de que el primer hombre debe ser el único y pare de contar. Las escenas “eróticas” dejan mucho que
desear, el sexo real no es así, si no hay estimulación no hay orgasmo, deben saberlo las lectoras ávidas de nuevas
aventuras; y juzguen a Grey estrictamente
y concluirán que es mal amante. Podrá
hacer el amor en medio de mucho lujo y cuarto de juegos que llaman al erotismo
y a explorar nuevas emociones, pero él
como tal, como latin lover, como amante que arranca gemidos y suspiros,
el amante perfecto que la autora nos quiere vender, en ese punto Grey se raja o su autora no es
que sepa mucho de cómo es que es un orgasmo en la vida real y por tanto no
logra plasmar en esas páginas la intensidad de semejante explosión de placer. Puede ser,
porque de frígidas que se creen Orientadoras Sexuales está lleno el
mercado (y algunas hasta son escritoras y otras presentan programas de televisión).
Acá entre nos, me niego a creer que haya mujeres como la
señorita Steele que crean que el sexo se reduce a un contrato de sumisión donde
el hombre dispone de manera meticulosa hasta lo que debe comer la sujeta, que afán de llevar el esteticismo al
límite, eso de querer mostrar cuerpos
perfectos y diosas de mitología nos deja muy mal paradas a las mujeres comunes
y corrientes como yo que disfrutamos del buen sexo con lo que tenemos.
Si después de todo
esto, Usted siente curiosidad de leer la trilogía de Cincuenta
Sombras prepárese para una lectura frívola que es vendida como la novela que
hace vibrar a las mujeres en todo el mundo.
Si eso es cierto, entonces es que
mis congéneres se excitan con muy poco. He dicho.
PD. Alex piensa diferente a mi, pero él no se anima a escribir en defensa de la trilogía