Hoy en las principales ciudades del mundo se llevó a cabo La Marcha de las Putas. Está leyendo bien. Se lee cruel, salvaje, hasta grotesco, porque esta palabrita está clasificada como impronunciable y las niñas bien no suelen usarla a menudo. Pero yo soy cuento aparte, así que no siento remordimiento alguno al utilizar esta palabra.
La marcha de las putas estuvo organizada en sus orígenes por mujeres canadienses que quisieron llamar la atención sobre algunos estereotipos que encasillan al género femenino como por ejemplo: si te vistes como “puta” serás candidata perfecta para que te agredan sexualmente. Se busca reivindicar a las mujeres y hacer un llamado sobre la violencia que históricamente se ha ejercido sobre nuestro género.
Y la marcha no solo convocaba a prostitutas, era un llamado a que las mujeres maltratadas (y las no maltratadas) nos pronunciáramos sobre nuestra situación y aunque alrededor de dos mil mujeres salieron a las calles de Bogotá, faltamos muchas que todavía no hemos tomado conciencia de que la violencia contra la mujer es un tema que se debe visibilizar de una buena vez para que se implementen políticas públicas que busquen acabar con este fenómeno tan real en estas sociedades machistas.
Me temo que solo por hoy Gabriel García Márquez se quedó solito, porque sus putas tristes también fueron a marchar.