A diario tengo la oportunidad de conocer mucha gente, pero Castaño captó mi atención inmediatamente. Como escritora me dije que detrás de ese chico había una historia que contar y poco a poco fui hurgando en su vida, pidiendo detalles, inmiscuyéndome en su intimidad, alimentando mi curiosidad.
A simple vista si Usted ve a Castaño, le calcularía a lo sumo 12 años, porque con sus escasos 1.50 m es lo que aparenta. Pero la verdad es otra. Primero que todo su nombre verdadero es Luis Adolfo Ordoñez Sierra, tiene esa sonrisa natural de los chicos del campo, sus manos ásperas son una muestra del trabajo arduo que ha tenido que hacer desde muy pequeño, su baja estatura denota lo enfermizo que ha sido y su escaso conocimiento de las letras sólo sirve para comprobar que los niños rurales de educación… más bien poco.
Castaño nació un mes de noviembre, hace 18 años (no sabe el día exacto). Dice que no recuerda cuando su mamá se fue de la casa con sus 4 hermanos menores, quedando los cuatro hijos mayores a cargo del papá, quien los encarriló en los oficios propios del campo. Hace años que ya no asiste a la Escuela Rural donde cursó hasta tercer grado, pero cuando lo evalúo para examinar sus conocimientos no me sorprendo cuando me doy cuenta que en realidad no sabe leer y lo que es peor: no lo considera importante, porque ha aprendido que en esta sociedad de consumo se deber tener dinero para ser alguien. Por eso se dedica a la principal fuente de ingresos en la región: el barequeo. También es el mensajero de muchos mineros que trabajan en la vereda a quienes les hace los mandados: ir a la tienda, buscar su ropa, llevarles la comida, actividades por las que cobra y que le representan un sueldo mensual.
De su actividad de barequero, heredó su apodo. Castaño: apellido temible para muchos en la región, pero que en posesión de Luis Adolfo pasa a ser inofensivo. Pero le dicen Castaño porque tiene una suerte en el barequeo que cuando otros logran sacar un poquito, él afortunadamente los triplica y eso le ha granjeado la fama de “tener el botín”, de ser el hombre fuerte, poderoso: como Castaño.
Me llama la atención su mano derecha porque perdió las falanges intermedias de los dedos medio y anular, por lo que me veo obligada a preguntarle como le sucedió eso y responde que cuando tenía diez años (cuando los niños citadinos se recrean en el Xbox) y mientras desmontaba para que su papá hiciera una cosecha, su primo tiró un machetazo que se llevó parte de sus dos dedos y por poquito casi que pierde parte del dedo índice.
Quise escribir sobre Luis Adolfo Ordoñez Sierra o Castaño porque este niño representa la historia de miles de niños campesinos que día a día cambian los libros por una herramienta de trabajo para ayudar en el sostenimiento del hogar. Sin estudios, sin oportunidades en la vida se convierten en presa fácil de la delincuencia que los utiliza como carne de cañón en un conflicto armado que es de nadie, pero tan de todos…