Y se acabó La
Pista. Muy emocionada estaba el día que
inició… a tal punto que pensé que por primera vez un programa captaría
totalmente mi atención, pero que
va, al pasar los días eso se fue
volviendo tan monótono que deserté de la audiencia y opté por mecerme en la
hamaca viendo las estrellas.
Pues bien, en un trino premonitorio me anticipé a lo que
sucedería: que luego de La Pista vendría el famoso Desafío y no me
equivoqué, porque en efecto así fue,
como pudimos darnos cuenta anoche.
Lo malo no es que El
Desafío llegara a nuestras pantallas, porque igual, todos estamos en libertad
de no verlo, lo malo, lo aterrador,
es que yo que siempre he despotricado del realitie, estaba anoche en primera fila para ver cómo
es que es África El Inicio. Lo vi toditico, debo admitirlo y siento vergüenza de esta
confesión, pero esa publicidad debe
tener mensaje subliminal o algo engañoso porque me atrajo de tal manera que
estuve allí a la hora exacta. Pero no
todo fue leche y miel. Si soy realmente
franca no me gustó. No me gustó ni
cinco. Los paisajes muy bonitos y
todo, pero la esencia del programa sigue
siendo la misma: dividir a los colombianos en grupos de clases para que se
peleen a muerte (que drástica) por 1000 millones que estarán en disputa durante
todo el juego. Y empezaron bien (digo…
para Caracol) porque los conflictivos hicieron de las suyas y en el primer
capítulo ya se dieron en la jeta y regaron el veneno suficiente para alimentar
el odio y la lucha entre los diferentes equipos. Vamos bien en rating. Eso vende más que cantantes ciegos, cojos
maromeros y muecos haciendo burbujas en el programa de la competencia: Colombia
tiene talento.
Alguna vez leí que
los gustos sexuales de las personas cambian con el tiempo. De eso no les daré razón en este
momento, pero creo que también aplica
para los gustos televisivos. Así que aquí
les anticipo: me veré El Desafío 2013,
pero también estaré pendiente de la cosa política. Los realities no me ciegan.
Corolario: el que
escupe pa´rriba la saliva le cae encima.