Había escrito en mi artículo
anterior que Montelíbano ya no es el pueblo de provincia de antes, ahora ya estamos haciendo nuestros primeros
pinitos para convertirnos en una ciudad intermedia y eso requiere de grandes
transformaciones tanto de infraestructura como culturalmente hablando.
Hoy al medio día en la calle 16 a
la altura de la Distribuidora El Campesino tuve el infortunio de ver una escena
desgarradora que me movió hasta la última de mis cuarentonas fibras.
Pues bien, resulta que a esa hora
hay bastante tráfico por esa que es una de nuestras principales vías y para
rematar el cuento venía un carro en contravía y todos gritaban, vociferaban,
pitaban sus motos y carros por el atrevimiento de ese incauto conductor. Pero mirando la situación
detalladamente, era muy diferente lo que
estaba ocurriendo. Era un carro que
transportaba un cadáver y era un entierro por así decirlo lánguido, sin acompañantes, sin dolientes del muerto; y
si hay algo realmente más triste que un funeral, es un funeral donde a nadie le duele la
suerte (o muerte) del fallecido, como en este caso (o al menos daba esa
impresión).
Y al ver el afán de los
conductores que querían pasar por encima del cadáver no deja uno de preguntarse
por enésima vez ¿en qué momento nos volvimos tan insensibles? ¿tan indolentes?
Yo he visto la gente detenerse a esperar un entierro con sabor a muerto
grande, a saciar su curiosidad morbosa cuando muere alguien “importante”, entonces porque este muerto es anónimo, porque
no fue un gran político de esos que se roban el pueblo, entonces este muerto y el dolor de sus
poquiticos acompañantes ¿no vale?
Y aprovecho esta oportunidad para
replantear un debate que hace rato había
propuesto, en Montelíbano se deben tomar
decisiones encaminadas a reorganizar este municipio. Así como necesitamos supermercados con
parqueaderos, también requerimos que
haya una ruta definida hacia el cementerio,
para no causar traumatismos en la movilidad local que de por si ya es
bastante complicada.
Yo soy de las que abogo porque se
le quite ese carácter de “obligatorio” a pasar el entierro por la calle 16
en contravía desde la Distribuidora San
Bernardo hasta la alcaldía. Eso era válido cuando la 16 era nuestra
única principal calle y aunque soy una defensora de las tradiciones culturales
de los pueblos, creo que en este
caso, debemos hacer a un lado esta
costumbre y buscar otras alternativas.
Hasta una próxima
oportunidad.