Me imagino que ese jueves en particular se despertó solitaria entre sábanas blancas de seda, se sacó la pereza de encima y empezó su día muy pendiente de que debía cumplir un compromiso protocolario en… en… ¿para dónde es que vamos hoy? Ah si, para San Juan, en el sur de Córdoba… pobre gente, perder todo así en un instante.
Hoy es un día diferente. Desde que anunciaron su visita, sólo viven para esperar este grandioso día en que ella vendrá a repartir de su propia mano la sal de la salud y las ayudas que ese gobierno remoto pensó que podrían necesitar como si la catástrofe hubiese sido anoche cuando en realidad fue hace mil noches.
Ya están acostumbrados a recibir visitas de todo tipo: que el gobernador, la diputada, el representante del ministro, el candidato a alcalde, en fin… gentes de todos los pelambres que gracias a Dios siempre traen la ayuda humanitaria para gastar presupuestos que antes quedaban en manos de los funcionarios ávidos de riqueza pública.
Nunca antes ese pueblito tropical estuvo tan limpio. Ni una basura en las calles, ni una sola corriente de agua sucia en las cunetas artesanales que hacían las veces de alcantarillado, una tacita de plata totalmente, esperándola a ella, a doña Paloma como decía una visitante confundida que había llegado de tierras remotas a implorar el favor de que llevaran un profesor para su vereda perdida en el mapa de esa vasta región.
Y allí estaba ella, acalorada y con un niño en brazos como los políticos más aventajados, repartiendo besos otoñales, limosnas espontáneas, preguntando si están cómodos, figúrese Usted cómo vamos a estar cómodos en estos cambuches donde tenemos que caminar de lado… y nos fuimos siguiéndola para escuchar de su propia voz la promesa de la casita nueva y la vimos subir a la tarima improvisada bajo carpas calurosas y nos preparamos para escuchar su dulce voz diciendo lo que esperábamos oír, pero no dijo mayor cosa y vi agonizar esperanzas, sueños rotos, ilusiones marchitas y aunque no acababa de llegar se marchó dejando a su paso corazones destrozados, soluciones para nada y promesas imposibles de cumplir.
Nosotros quedamos con su recuerdo, imagínese Usted, nunca una persona de tan alta cuna había venido por estas tierras olvidadas de Dios. Y recordé la terrible noche, noche lejana que los visitantes se empeñaban en hacernos creer que fue ayer y no hace mil noches.
Y nos quedamos solos en nuestra soledad cuando todos se fueron y aunque pensábamos que no sería así, al otro día salió el sol como siempre y volvimos a nuestra rutina y al finalizar esa tarde habíamos olvidado quien fue la gran personalidad que nos trajo estas cocinetas, los cuatro platos, el cucharón para la sopa y este arroz que enfermó a los más pequeños.
Inspirado en la visita de María Clemencia Rodríguez de Santos al corregimiento de San Juan Nuevo, Puerto Libertador, Córdoba