Querido Niño Dios:
gracias por todos los regalos que me trajiste en mi niñez cuando en mi
inocencia creía ciegamente en ti. Es
cierto que no entendía como hacías para traerle a todos los niños lo que ellos
pedían, pero no tengo queja, siempre fuiste un bacán conmigo y la prueba
es que siempre tuve regalos de lujo: zapatos que pitaban, trompos luminosos,
muñecas de trapo, muñecas que hablaban e infinidad de chocoritos con los que
nunca quise jugar a la casita porque desde muy niña fui negada para las cosas del hogar. Pero si lo que
cuenta es la intención, entonces se te agradece.
En mis años
infantiles, la cosa funcionaba más o
menos así: uno le escribía una carta al Niño Dios en una hoja de las que
sobraban de los cuadernos de ese año. Le
ponía mucho empeño a la carta, buena ortografía, letra bonita.
Le ponía además dibujitos de ángeles alados y florecitas de cinco
pétalos, para que fuera la carta más
bonita y al Niño Dios no se le fuera a pasar por alto mi pedido. Yo no era de esas que pedía que papito no
peleara con mamita, nooo, eso que lo
pidieran ellos. Yo iba al grano: para
esta navidad quiero una muñeca de las que hablan y unas chanclas como las de
fulana que cuando caminan suenan.
Le mandaba la carta
al Niño Dios con mi mamá y ella se encargaba de que llegara a su destino. Yo me desentendía de mi pedido y siempre
tenía la certeza de que mis deseos serían cumplidos. Y en efecto… así era.
No sé cómo es
exactamente hoy en día porque no tengo hijos.
Pero esta mañana me quedé boquiabierta porque mi cuasihija Paula me dijo
que le había pedido al Niño Dios un diario secreto o una Tablet. Plop como Condorito.
Segunda opción: la
niña quiere una Tablet. Mi sobrina
Juliana quiere un computador y entonces ese Niño Dios al que le pedíamos
muñecas de trapo y vajillas plásticas quedó en el olvido y los nativos
digitales no pierden su tiempo para pedir tecnología de punta y no quedarse
rezagados de sus amigos que ya tienen
cámara digital y teléfono androide.
Pobrecito Niño
Dios. Consecuente con tanta tecnología,
tendrá su propia nube llena de emails pidiendo iPod, celulares, tabletas,
computadores y cuanta cosa haya inventado Steve Jobs.
Prefiero mis
tiempos. Los regalos salían más baratos
y le permitía a los niños jugar con sus amiguitos. Tanta tecnología aísla y lo digo yo que he
estado encerrada aquí un buen rato escribiendo esto.
Feliz Navidad para
todos. En especial para los de mi generación y para quienes una muñeca y un
carrito de plástico fueron en su momento su mejor regalo y la mayor felicidad.